Recibimos por las redes una reflexión que hace el amigo Guillermo García Campos sobre la tragedia social que hoy agobia a los venezolanos. Habla Guillerno de la situación que se presenta en el país en relación con la corrupción y de la manera que esto afecta a todos los que habitamos en estas tierras.
Comparto en mucho lo que dice, pero.... creo que mientras nos mantengamos en los extremos lo que nos espera es la hecatombe. El símil de la locomotora no aplica en este caso porque las dos locomotoras de las que habla, están patinando, una frente a otra, en los extremos de una misma vía y ninguna de las dos se atreve a ir a un encuentro, que no sea sobre la destrucción del contrario. A eso están apostando.
A continuación copiamos, con el permiso tácito del autor, el artículo en cuestión

QUE EL ESCÁNDALO NO SOLAPE LA TRAGEDIA
Guillermo García Campos
Sabemos que los gobernantes no vienen de Marte, que las tareas que les encomiendan sus pueblos no todos los gobiernos las cumplen de similar manera; los hay desde altamente exitosos hasta imposiblemente peores. La presente observación está eximida de clasificación por sistema político empleado para gobernar.
No ha existido, ni es inteligente pensar que existirá gobierno perfecto sobre la tierra; no todos los integrantes de un gobierno, por excelente que parezca son químicamente puros, hasta los mejores gobiernos conocidos han integrado operadores de ética corta y dedos largos. Ante esa certidumbre las sociedades manejan indicadores, convenciones, artificios, para evaluar en relación con un rasero de expectativas viables y logros mínimos, tutelado por un acuerdo tácito de perfectibilidad de gestión
Los gobernantes son crianza de la sociedad que lideran, ni mejores ni peores que el resto de los ciudadanos, por eso los resultados de gestión esperados estarán vinculados a los niveles de organización y desarrollo social, político, económico y cultural que exhiba el colectivo que los elige; a la capacidad de una nación para formar servidores comprometidos con los intereses sociales, liderazgo genuino. Del nivel al que se desarrollen esos objetivos estratégicos dependerá la potencia o debilidad de los resultados en las competencias de gobierno.
Aunque en términos generales reconozcamos la progresividad permanente del desarrollo humano, la experiencia que vivimos los latinoamericanos, en particular los venezolanos termina convenciéndonos de que esa es una tesis precariamente sustentada, siempre será posible retroceder y en efecto se retrocede. Cuando la locomotora es mala el tren incrementa sus posibilidades de descarrilar, y se hace mala la locomotora cuando se abandonan las prácticas que mantienen sus niveles de operatividad y empuje, cuando no se hacen las reparaciones a tiempo, cuando no se presta oído a los ruidos extraños, así, lo que operativamente podría ser una maquina formidable, casi indestructible, termina como chatarra.
Hoy Venezuela vive el bochorno de lidiar con gatos que cuidan de canarios, malhechores de toda calaña y color; el escándalo da carne al hueso golpeado de la nación y, pareciera que nadie escapa de la malandrería incrustada en la máquina delincuencial que rige nuestros destinos.
No es extraño que también la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional sea hoy el epicentro de la distracción que nos desenfoca políticamente. Lo allí ocurrido era posible y sucedió; nuestros inmensos desajustes y desatinos como sociedad son caldo de cultivo suficientemente nutritivo para ese y otros escándalos, pero ese no es el problema del país, esa es una consecuencia de haber desarticulado nuestra locomotora social, el descarrilamiento y sus efectos no son la causa ni su responsable. No podemos quitar el ojo de los verdaderos causantes de los males estratégicos que infartan la vida nacional, los responsables de cuidar y servir a la nación tomaron al país como hacienda personal e irrespetaron los protocolos que el mundo civilizado da como buenos para funcionar y servir a los intereses de la gente.
Indignémonos por las abyectas ejecutorias de los diputados descubiertos en pillerías, cuestionémoslos al hartazgo, lancémosles huevos batidos y tomates , mentémosles la madre, exijamos su defenestración como representantes del pueblo pero, por favor, no nos quedemos en ese chiquero, no nos desalentemos, esa debe ser una razón poderosa para redoblar la lucha contra el verdadero problema del país; no nos desenfoquemos, nuestro problema es lograr sacar del poder a los responsables y castigarlos ejemplarmente.
El mal que padecemos, la tragedia que nos aniquila, la dimensión de nuestro drama puede fotografiarse estadísticamente, puede corroborarse en cada una de las áreas de competencia del gobierno, puede tasarse en paisanos muertos a la puerta del hospital o abusados por la violencia, en universidades destruidas, en pobreza y ruindad colectiva, en precaria alimentación, en deserción y pésima calidad educativa, en mil millonarias inversiones militares y vergonzosas dádivas sociales, en el aparato productor depauperado, en autoritarismo y arbitrariedad de autoridades locales, regionales y nacionales, en recesión económica, en fuga masiva de talentos, en amargura y desesperanza y también en la chulería de no pocos. Somos el subsuelo en el ranking de desarrollo mundial. No lo olvidemos. El mundo no se acaba hoy, prestémosle una muleta y, sigamos caminando.