La claridad meridiana del Episcopado
Nada como un párroco para escuchar la voz doliente de un pueblo profundamente católico. Los curas de las más remotas iglesias han palpado el horror que vive el venezolano. Desde hace años han prestado su voz para transmitir el clamor de la feligresía que pide a gritos ayuda. Ellos saben lo que es la crisis humanitaria porque han tratado de atenderla desde el primer día. Y, al contrario del régimen, su empatía y su amor por la gente han servido al menos de consuelo.