Carlota Salazar Calderón:
Auge y descenso de la participación política venezolana, causas y efectos
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Carlota Salazar Calderón |
La participación política en
Venezuela forma parte de nuestra compleja cultura democrática. Esa misma
democracia por la que la generación del 28 luchó con uñas y dientes, en medio
de la cual levitamos para beneficiarnos de ella, ya que en realidad desde el
principio no fue concebida como un régimen que reúne el mayor cúmulo de valores
para vivir en comunidad, en el marco de deberes y derechos, sino como un maná
de oportunidades donde voto y hago lo que me da la gana.
Una democracia cuyo motor fue el derecho al voto. Detonante que desencadenó el golpe de estado contra Medina Angarita (1945), cuando Diógenes Escalante candidato de consenso de todos los sectores políticos del país, no pudo continuar en la contienda por motivos de enfermedad, empeñándose el sector medinista en imponer a Biaggini, quien no gozaba de la confianza de todos los factores. Fue el mismo sentimiento que se anido en el corazón de los venezolanos para que luego del fraude cometido por Pérez Jiménez (1957), se organizaran en apoyo al golpe de estado militar (1958).
En ese tiempo había un
sentimiento nacional, un espíritu de libertad que se concretó en el voto. Una
democracia que comenzó como dice el poema de Benedetti con pájaros y augurios
en el año 1958, con la primera elección que contó con una participación del
92,15%, cuando ese Juan Bimba, noble, conformista “…yo no se lo vendí él me lo
compro…”, de Andrés Eloy Blanco, votó.
Cuando las elecciones eran unas
fiestas que en 1963 ubicó la participación 92,21% y 1968 en 96,72%. Acción
democrática cobró políticamente la lucha contra las dictaduras encarnando la
causa democrática. Partido político que creció de tal forma que captaba las
expresiones sociales en su seno, sindicatos, gremios, colegios profesionales,
todo. Con ello, no sólo ganaba la presidencia sino la Cámara de Diputados y
Senado.
Esas fiestas siguieron
celebrándose los años siguientes. Cuando en 1968 gana el demócrata cristiano
Rafael Caldera, con una participación de un 94,3%, con una diferencia mínima de
32.906 votos, que siendo gobierno AD, respetó. En 1973, con la participación en
el 96,52%, periodo para el cual quedó más equilibrada la conformación de
fuerzas en la legislatura.
Tiempos de bipartidismo, AD o
Copei. Cuya participación política comienza en decline en 1978, con una
participación del 87,55%, continua en las elecciones de 1983, con el 87,55% y
en las elecciones de 1988 se coloca en el 81,92%.
De allí, un proceso decreciente
en vertiginosa picada hasta ahora. Las elecciones seguían siendo una fiesta, pero
con menos invitados. Grandes mítines, slogans, marketing, millonarias campañas
escondían los verdaderos liderazgos, siendo los ungidos los amigos de los
amigos…
En las elecciones de 1993 La
Causa R rompe el bipartidismo, pero con descenso de la participación en el
60,16%. Que se ubica en las elecciones de 1998, en un 63,45%, cuando por
primera vez se dividen las elecciones de presidencia y legislaturas. Se dice
que el gobierno conociendo que ganaba Hugo Chávez separa las elecciones para
que no ganara, también, la asamblea nacional que estaba en manos de AD y Copei.
Los cogollos se habían apoderado
de la democracia y la gente apartada de sus mieles, quedando reducida a unos
pequeños grupos sociales, económicos y políticas, los únicos que podían
disfrutarla. Por ello, a mí juicio, la gente cansada de ese esquema clientelar
y corrupto vota por Hugo Chávez, que prometió cambios profundos en democracia.
De allí, sobrevienen una serie de
elecciones de referéndum constitucional (1999) con una participación bajísima
del 44, 3%; las mega elecciones (2000), que a pesar de relegitimar todos los
cargos públicos, la participación fue de 56,31%; que sube al 69,02% en el referéndum
revocatorio contra Hugo Chávez (2004); con el incidente del llamado abstención
en las parlamentarias del 2005, que la desploma al 24,25%, cuando la asamblea
nacional queda roja rojita; pero, en el referéndum de reforma constitucional
del 2007, se recupera al 55,9%.
De allí, en el 2006 nuevamente
elecciones presidenciales cuando la participación sube al 74,69%; para que, en
las elecciones presidenciales del 2012, bajara al 53%; luego en las
presidenciales 2013, sube al 79,7%; pero, en las elecciones presidenciales del
2018, baja al fondo del 46.07%.
Es así como llegamos al 2025
cuando se observó mucha participación en las calles, el CNE dio ganador al
presidente y la oposición denunció fraude. Hecho que provocó que la
participación bajara al 8% en las últimas elecciones a gobernadores de este
año. Además de un llamado por parte del liderazgo opositor, hay un sentimiento
en cuanto a que las elecciones no son competitivas, ni libres, ni equilibradas.
Realmente estamos frente a una
situación muy delicada porque la abstención termina como el poema de Benedetti
entre sirenas y nubarrones debilitando al sistema político, mientras los
ciudadanos refugiados en el individualismo.
Mediante este recuento logramos observar que mientras hubo
confianza en la democracia la gente votaba, accionaba demandaba… pero cuando
comienza a desdibujarse el ciudadano no sólo no vota, sin que no demanda, no
exige, no aporta… lo cual impide el crecimiento del país. Es un escenario en el
cual perdemos todos, urge recuperar la confianza en el voto como herramienta de
cambio.
carlotasc@gmail.com – @carlotasalazar